El “glamour” que todavía envuelve a la industria del transporte aéreo a veces nos hace olvidar que el sector es sumamente sensible a diversas variables y que no es tan simple juzgar su desempeño como si se tratara de hacer tornillos o vender tamales. Cada parte del proceso se concatena y la falla en uno de los eslabones puede dar al traste con toda la cadena.
Por ello, lo ocurrido con el Boeing 737-MAX es más que un tropiezo para la armadora estadounidense. Toca a toda la industria, hasta aquellas partes que no están en la ecuación original, pues sus efectos tienen qué ver tanto con la seguridad operacional y las decisiones de largo plazo, como con la oferta de asientos de un grupo de aerolíneas que pueden estar pasándola mal.
Como resultado de ello, muchas empresas han decidido cancelar sus órdenes de MAX, otras están cancelando vuelos y otras más, que operan con otro tipo de aviones, están “cachando” lo que las operadoras de Boeing 737-MAX no pueden atender. También se han incrementado las órdenes para otras armadoras, presionando la demanda. Pero al final, veremos en los informes de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) el resultado de este problema reflejado en pérdidas económicas y en contracción del tráfico, pues aunque hay otros aviones y otras aerolíneas éstas no pueden entrar en automático a cubrir lo que se ha cancelado y el efecto en cadena se sentirá.
En un cálculo muy al vuelo, sabemos que se pusieron en tierra alrededor de 390 aeronaves de este modelo. Además, este mismo año se iban a entregar alrededor de 600 que aunque fueron construidos, se quedaron en los hangares de Boeing. Por lo tanto, habrá unos 1000 aviones menos volando en el 2019 de los que estaban previstos. Es realmente una gran pérdida.
Por otro lado, para una empresa como Aeroméxico, el no tener sus MAX también les abre un boquete. Tuvieron que parar 6 pero a estas alturas deberían tener 11 (y en diciembre 13) los cuales en promedio estarían realizando unos 6 segmentos diarios, es decir, su oferta de vuelos ha tenido que reducirse en alrededor de 66, con un factor de ocupación del 80 por ciento promedio, o sea estamos hablando de 80 mil pasajeros menos. Un serio problema que la aerolínea está tratando de sortear reacomodando sus rutas y cortando las menos rentables.
Esto que parece un grano de arena del mar, sin duda tendrá repercusiones en toda la industria y lo mismo puede decirse de cada decisión que se tome o de cada paso que se dé en la política de aviación. Por ejemplo, ahora que están por cumplirse 10 años del quebranto que puso en tierra a Mexicana, sabemos que su falta tuvo consecuencias bastante graves en el empleo, en el salario de los trabajadores de la aviación, en la certidumbre jurídica de las concesiones, por ejemplo. Todo lo cual se debería cuantificar para ver de qué tamaño fue el daño patrimonial que se le causó al transporte aéreo.
La cancelación del NAIM y la todavía en ciernes construcción de Lucía tendrá efectos en el crecimiento de nuestro transporte aéreo. Otro tanto debería considerarse de la falta de política de Estado en los sexenios pasados, que dio lugar a criterios discrecionales. Ahora, nos dicen, se está trabajando en ello y un primer paso es la nueva Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), cuyo decreto ya se firmó aunque aún no está publicado. Ojalá que las cosas empiecen a enderezarse y que todo, desde las libertades del aire y sus concesiones, hasta la investigación de accidentes de aviación y la educación técnica-aeronáutica, se rija por los mejores principios en bien del país. Ya lo necesitamos.
Lo oí en 123.45: Jorge José Abadíe Vázquez, expiloto de Mexicana y sindicalista de cepa celebra esta semana su jubilación. Mil felicidades. E-mail: [email protected]
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