Otro sector que puede ser susceptible de recibir el apoyo directo del Estado mexicano, y cuyos efectos serían verdaderamente duraderos y benéficos para la economía nacional, es la industria aeronáutica y aeroespacial, de la cual se ha hablado mucho por su admirable desempeño de crecimientos de dos dígitos en los últimos 15 años, pero es indispensable entender su dinámica y la mejor manera de sostener su impacto. Dormirnos en nuestros laureles, pensando que esta racha durará toda la vida puede ser el error más grande que se cometa.
El sector aeronáutico y aeroespacial ha sido de las mejores propuestas industriales que se ha logrado impulsar en el país. Para ello se aprovecharon nuestros acuerdos vigentes en materias como seguridad, armado de manufacturas de defensa, aeronáuticas y aeroespaciales, etc., tales como BASA, Wassenaar, Grupo Australia, MTCR y Grupo de Suministradores Nucleares que México fue firmando. Al amparo más de las empresas privadas y el apoyo de los gobiernos de un puñado de entidades, la industria fue creciendo y ha logrado un buen nivel, pero estamos en un parteaguas que puede dejarnos estancados, e incluso caer, o bien dar el salto definitivo hacia la expansión y la consolidación.
Para eso es que se requiere una política industrial que tome en cuenta las necesidades del sector (muy global, muy especializado, de altísima tecnología y sumamente sensible a los temas de seguridad, protección de patentes y confidencialidad). Nada fácil pero no imposible.
Otros países, como Estados Unidos o la Unión Europea, pero no solamente ellos, llevan adelante políticas en el sentido de hacer crecer a sus respectivas industrias aeronáuticas y aeroespaciales y de protegerlas incluso de las incursiones hostiles o la competencia desleal. Su prioridad son los empleos internos y la fortaleza de sus empresas, a las cuales consideran la vanguardia que dará al país competitividad internacional.
Desde luego que no nos comparamos con las potencias, pero México sí puede (y debe) jugar un papel relevante en este concierto porque ya está a punto de ingresar al Top Ten de los países de la industria y sólo requiere una acción decidida y puntual del gobierno federal para convertirse en un candidato real a ocupar un papel significativo en este sector.
Por eso es que organismos como la Federación de Empresas del Sector Aeronáutico y Aeroespacial (FEMIA), dependencias como la Agencia Espacial Mexicana (AEM) e iniciativas como la Feria Aeroespacial Mexicana (FAMEX) son elementos fundamentales que apoyan al sector, pero el gobierno federal debe apoyarse en ellos para potenciar y cuidar a los proveedores mexicanos, apoyarlos con capacitación e incluso créditos, para hacerlos más relevantes, más competitivos, más integrados en la cadena de valor hacia tecnologías sofisticadas, desarrollo de sistemas, diseño aeronáutico, materiales nuevos y demás.
Asimismo, tal como hacen otras naciones, México puede aprovechar su posición como comprador de aviones (tal vez el segundo más importante en la región) para pedir a las armadoras que inviertan más en el país. Y no sólo estamos hablando de aviones comerciales de más de 100 pasajeros, sino de aviones para uso privado, helicópteros y equipos de vigilancia y reconocimiento.
Para eso se requiere el concurso de las secretarías de Comunicaciones y Transportes, de Economía y de Conacyt que, junto con las empresas privadas internacionales y mexicanas, logren integraciones verticales y contratos de largo plazo. Si en este momento generamos 160 mil empleos directos y 4 indirectos por cada uno de ellos, en 350 localidades industriales y este año exportaremos bienes por 9,700 millones de dólares, el dar el salto tecnológico bien podría ser el motor de un nuevo milagro mexicano. El chiste es querer hacerlo.
Lo oí en 123.45: Este lunes tomará posesión el nuevo presidente del Consejo y el nuevo director del MRO de Mexicana de Aviación. Parece que ahora sí nos enfilamos a una solución integral para los trabajadores. Estaremos pendientes.
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