Hace algunos años, cuando empezaba el sexenio de Peña Nieto, México y Estados Unidos negociaron los términos del nuevo Convenio Bilateral de Aviación. Para abrir boca, el inexperto negociador del lado mexicano dijo (palabras más, palabras menos): “Bueno, pues terceras y cuartas libertades ilimitadas ya están aceptadas, ¿qué sigue?”. Los estadounidenses se frotaron las manos: después de la 4a. sigue la 5a. libertad ¿no es verdad? Esto, en términos llanos significaba que ya se habían abierto los derechos para que las aerolíneas de Estados Unidos tuvieran rutas sin ninguna restricción a cualquier punto en territorio mexicano: no se limitaba el número de aerolíneas, ni el número ni tamaño de las aeronaves, prácticamente sin real y efectiva reciprocidad.
La quinta libertad significaba entonces, que aerolíneas estadounidenses podrían usar el territorio mexicano como pivote para establecer rutas entre México y cualquier otro país. Esta es ya, de por sí, una concesión que hubiera puesto a nuestro país en riesgo de perder mercados. En la propia mesa se habló de cabotaje en el caso de la carga, ya que en ese entonces la capacidad para estos servicios en México era mucho menor que ahora.
Afortunadamente, hubo un serio movimiento del sector aéreo, encabezado por los trabajadores y profesionales de la aviación -en particular la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA) y el Colegio de Pilotos (CPAM)- que se arropó en el lema: “Abre los ojos, no los cielos”.
Y es justamente en este momento cuando otra vez, se hace indispensable que el gobierno federal abra los ojos. Hoy no sólo se habla de quintas libertades, que ya sería lamentable, sino incluso de Cabotaje, que en términos llanos implica que aerolíneas de otros países operen en México como si fueran nacionales.
Nadie le ha explicado al presidente (y probablemente tampoco a los autores de la idea) que darle ese trato nacional a otro u otros países, así fuera temporalmente, sería un atentado absoluto contra la industria nacional, contra los empleos, contra nuestra capacidad de atraer turistas y comercio y evitaría que el dinero que se genere por este concepto SE QUEDE EN MÉXICO.
Es increíble que se piense que abrir los cielos sería beneficioso para un aeropuerto como el Felipe Ángeles (AIFA), ya que lo primero que harían las aerolíneas extranjeras sería ver qué mercado les resulta más jugoso para ganar ellos y si bien simularían estar interesados en el AIFA, en realidad querrían depredar nuestros cielos, acabar con las aerolíneas mexicanas y después quedarse con lo más rentable.
Lo malo de eso es que después, ante cualquier pequeño desajuste en sus finanzas o apetitosos nuevos mercados en otras latitudes, dejarían a México sin transporte aéreo sin el menor reparo. Que le pregunten a Perú por qué perdió sus aerolíneas y lo que esto le significó de pérdida de mercados, divisas, empleos, soberanía.
Que alguien le explique al presidente lo que nos ha costado construir la aviación mexicana, el riesgo a que la expondría con el cabotaje y la importancia de cuidar nuestros cielos. ¡Abran los ojos, no los cielos!
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio. E-mail: [email protected]
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