Willie Walsh, director de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional tenía muchas razones para ser optimista durante su informe en la 80ª Reunión Anual Gobal (AGM), celebrada en Dubai, Emiratos Árabes Unidos (EAU) a principios de esta semana. Y las razones van desde el monto que este año se estima que las aerolíneas del mundo generen como ingresos, que por primera vez llega a un billón de dólares (un millón de millones), hasta la cantidad de pasajeros que se espera transportar, que llega a 5 mil millones de personas.
Desde luego que hay muchas áreas de oportunidad, como el hecho de que, pese a esos ingreso récord, los gastos sumarán 936 mil millones de dólares, lo que significa que el beneficio neto sólo será de 30,500 millones de dólares, un margen apenas superior al 3%. Las aerolíneas en su conjunto lograrán rendimientos de un 5.7% sobre el capital invertido.
Esto no es noticia, la aviación suele tener márgenes muy pequeños, cuando las tasas de financiamiento (de todo lo que está alrededor al servicio de la actividad aérea y en general de las empresas) es superior al 9% anual, en el mejor de los casos. La distancia entre una tasa y otra es lo que el transporte aéreo está siempre “en la rayita” y es por ello que frecuentemente la industria está buscando el equilibrio entre la rentabilidad, la modernización, la tecnología y el mantenimiento de costos bajos sin que se deteriore la calidad.
Considerando que en la pandemia el sector aéreo fue uno de los más afectados por el cierre de cielos en varios países. Recordemos que el cierre lo inició Estados Unidos en marzo del 2020, cuando el entonces presidente Trump consideró que el Covid era “una enfermedad china” que había que detener y desde ese momento vino en cascada el cierre de diversos espacios aéreos.
La caída en ingresos, en pasajeros y en carga fue de más del 30% en promedio, pero hubo países que cerraron sus espacios no sólo para el transporte internacional sino doméstico, lo cual creó un verdadero caos, como fue el caso de Argentina.
Esto, por fortuna, ya quedó atrás. La carga está creciendo también y en 2024 se transportarán 62 millones de toneladas, por lo que se espera un intercambio comercial de 8,300 millones de dólares.
El panorama es bueno pero el transporte aéreo es sumamente sensible a lo que ocurra en el resto de la economía. Si la inflación no logra controlarse, o si la guerra de Rusia y Ucrania sigue entorpeciendo las cadenas de suministro -que afectan tanto a la carga aérea el tránsito aéreo fluido en esa región y la fabricación de aeronaves- las cosas pueden deteriorarse.
El tema del freno en la construcción de aviones no es menor. Los problemas que ha enfrentado la Boeing están haciendo que la renovación de flota sea menos fluida, además del asunto de los motores P&W en algunos modelos Airbus que han restringido los vuelos y esto se refleja en menos oferta, mayores precios y a la larga en menos ingresos para toda la cadena.
No obstante, hoy estamos en un momento de optimismo y esperemos que los gobiernos entiendan que no pueden obstaculizar con impuestos extras la buena marcha del sector. A todos conviene. E-mail: [email protected]
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