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30/11/2024

Formación y aprendizaje, la clave

Francisco M. M… / Jueves, 26 Enero 2017 - 08:47

¿En dónde empieza y en dónde termina la formación de un piloto aviador profesional?

Obviamente empieza el primer día de clases en la escuela de aviación y termina cuando el piloto se baja del avión en su vuelo de jubilación después de décadas de trabajo, de miles de horas de vuelo y después de un enorme cúmulo de vivencias y experiencias; la formación y el aprendizaje no terminan hasta que el aviador lleva a cabo su última hora de vuelo.

Desde el primer día en la escuela de aviación, la formación de los pilotos debería ir más allá de la instrucción en tierra y en vuelo para cumplir los requisitos exigidos por la autoridad para la obtención de licencias.

Desafortunadamente, en la actualidad muchos directivos de las distintas academias de vuelo no ven entrar por su puerta a un joven con aspiraciones y sueños, no ven entrar a un futuro piloto comercial, a un Comandante de un enorme avión, a un rompe récords o quizá hasta a un astronauta, ellos simplemente ven entrar un enorme signo de pesos... o de dólares, según sea el caso.

En la actualidad, las escuelas de aviación poco o nada dirigen su atención hacia esa parte importante del aprendizaje que no tiene que ver con el estudio de los manuales de vuelo y sistemas; me refiero al factor humano y la importante relación que en el futuro el estudiante va a tener con el medio donde va a desarrollar su trabajo.

Además de la preparación estrictamente técnica, un piloto recién salido de la escuela de aviación debería tener muy claros en la mente los conceptos de ética profesional, responsabilidad, disciplina, orden y espíritu de grupo; y por ello es que creo que deberían impartirse materias especialmente para lograrlo.

Desde la escuela, el estudiante piloto debería no sólo darlo por hecho como consecuencia lógica de sus estudios sino ser especialmente instruido para desarrollar un alto poder de análisis en situaciones de presión y especialmente en el concepto que deberá regir su vida profesional, la seguridad en todo lo que haga cuando este allá arriba.

No basta que un piloto sepa de memoria los manuales y conozca todos los sistemas o que tenga muchas habilidades de vuelo, se requiere una persona verdaderamente comprometida con lo que hace y además desarrollar lo que a mí me parece la mayor cualidad que un piloto pueda tener: saber adaptarse a cualquier situación inesperada y saber actuar coordinadamente y en grupo, con sentido común, buen criterio y de manera asertiva para resolver de forma segura cualquier problema.

Esa es la clase de profesionales que las aerolíneas esperan conseguir y por eso es que en las más importantes del mundo no existen exámenes de admisión más allá del vuelo en un simulador y una entrevista con el departamento de recursos humanos que al final es quien toma la última decisión para contratar o no a un piloto con base en sus ideas y convicciones sobre los conceptos que he comentado.

A lo largo de mi carrera pude conocer pilotos muy estudiosos y con grandes habilidades de vuelo pero que nunca pudieron trascender justamente por esa falta de formación inicial que es necesaria desde la escuela y que es lo que marca la pauta para el verdadero aprendizaje desde el punto de vista del factor humano.

Me parece que las escuelas de aviación deberían modernizar sus programas e incluir este tipo de instrucción especial para graduar a jóvenes no sólo técnicamente preparados sino con otro sentido de lo que es la profesión, con otra mentalidad, con otros alcances, con otras ideas.

No podemos olvidar que técnicamente cualquier persona puede volar un avión con algo de instrucción pero no cualquiera puede hacerlo garantizando la seguridad de equipo valioso y vidas que se ponen bajo su cuidado si no está preparado y tiene muy clara la importancia del factor humano así como el manejo y aprovechamiento de todos los recursos disponibles para lograrlo.

La escuela de aviación a nivel universitario sería el principio para graduar pilotos aviadores técnicamente mejor preparados y más seguros, más responsables, más disciplinados; en fin, más profesionales y más conscientes de lo que un piloto es, de lo que puede hacer y en donde puede fallar no sólo técnicamente sino desde el punto de vista humano.

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