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01/12/2024

Lo que sea, menos los libros de Ruiz Romero

Juan A. José / Martes, 20 Octubre 2020 - 22:01

La pandemia y el asociado “confinamiento” (pongo esa palabra entre comillas toda vez que ha quedado claro que en México realmente no se ha practicado el “¡Quédate en Casa!”) que a algunos de nosotros nos ha cambiado la vida y que en mi caso, ha provocado que después de más de 30 años de vida independiente, tenga la fortuna y el reto de regresar a casa, en las faldas de ese Cerro de la Palma en la zona de Atizapán de Zaragoza sobre el cual se encuentra lo que sigo conociendo VOR Mateo, cuidando y acompañando a mi madre.

No tardé mucho en comprender que mi mudanza sería permanente y que dadas las limitaciones de espacio en mi nueva residencia, me vería en la necesidad de prescindir de un sin número de objetos de todo tipo que mantenía en mi anterior domicilio, obligándome a hacer una verdadera limpieza de cosas, proceso desgastante y a veces doloroso.

“Añoro la libertad que se pierde con el exceso de bienes” me decía con filosófica sabiduría un amigo en tiempos en los que la vida le quitó muchas cosas, comenzando por muchas de sus pertenencias.

Horrorizada, en especial por la cantidad de libros que comencé a traer a su casa, mi madre me ofreció un trato: “tú te deshaces de muchos libros y yo de mucha ropa para que haya espacio”. No pude rechazar tan generosa propuesta; si Antonia estaba dispuesta a prescindir hasta de sus estolas ¿cómo yo no habría de hacerlo con algunos?

¿Hay ejercicio más difícil para una “rata de biblioteca” que decidir a cuales de los integrantes de su colección deberán dejar partir? La verdad es que yo creo que pocos, algo que confirmé al momento de comenzar a hacer la selección.

Logré que muchos de mis tesoros se quedasen, tal y como uno suele hacer con una querida mascota que ya no puede tener en casa, “en las mejores” manos, llámese bibliotecas aeronáuticas como la del CIAASA, las de mis hijos, y las de algunos amigos.

Pero hay límites en el proceso; cada quien los conoce según sus fobias y filias, en mi caso los libros relacionados con Saint-Exupéry, Lindbergh, Bach y debo destacar, la obra de Manuel Ruiz Romero (1936-2016), ese gran promotor cultural aeronáutico que nos dejó textos históricos del más alto nivel y quien irónicamente decía que “no necesitaba una casa con biblioteca, sino una biblioteca con casa”, resultaron intocables. Es más, si pudiera me haría de más ejemplares.

Y es que si bien gracias al internet, hoy día resulta relativamente fácil consultar muchos de los títulos que integraban mi acervo, también es cierto que encontrarse con un libro de Ruiz Romero disponible a la venta o para consulta no es para nada sencillo; por lo tanto, deshacerme de este indispensable material terminó siendo para mí algo demasiado doloroso e improductivo, de ahí que estos textos siguen acompañando los lugares que habito, como me acompaña el recuerdo de mi amigo Manuel que como “buen mula” celebraba su santo el día Corpus Christi, nombre que tiene la parroquia ubicada a unos pasos de donde ahora resguardo su obra.

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